BUGGYTANIC
La
actividad acabada la comida en el
campamento LMR2013, lejos de aplacarse, siguió su ritmo infernal. Y disuelta la
plana mayor de comensales, se volvieron
a formar activos grupitos con diferentes quehaceres, todos ellos ligados
irremediablemente al mundo de las dos ruedas, complementos de la moto y
exóticos viajes.
La
casualidad hizo que entre tanta joya del motor suelta por estos verdes parajes,
hubiese una Yamaha Teneré 750 exPicco; o lo que es lo mismo, una auténtica moto
del Dakar con una añeja e increíble historia
detrás. Y si un rato antes le había tirado los tiestos sin disimulo a la preciosa Scrambler de Luismi -para a continuación salir corriendo
detrás de la XRV
650 de Recio- después de verla, me enamoré loca y perdidamente de ella y solo
tuve ojitos de cordero degollao para la más gorda y la más bella.
Darme un paseo en esta atemporal montura de
nombre Yaya, se convirtió no sólo en un deseo canino sino en mi única malsana
obsesión.
Tras
convencer a su afortunado dueño Tete que no me largaría con ella más allá de
los confines asignados a este evento, la tomé, la hice mía, la amé fugazmente con
inusitada violencia y en aquel lugar tan alejado de los paisajes de nuestra
querida África, casualidades de la vida, cumplí uno de mis más anhelados sueños
de juventud.
No había aterrizado de mi particular nubecilla
dakariana cuando otro fortuito acontecimiento me dio de lleno
en las narices.
No
recuerdo muy bien que fue antes; si el Buggy o el río. Lo que sí sé es que una
cadena de inhumanas acciones desencadenó
el trending
topic de esta edición de la
LMR2013.
Cuando vimos al único buggy de la reunión dirigirse a toda
velocidad al asalto del Tiétar, que en
esta zona lamía mansamente este perdido enclave, todos -sin excepción-
dirigimos primero nuestras miradas y a continuación nuestros pasos hacia la orilla. Porque
teníamos claro que allí algo gordo iba a pasar y no nos lo queríamos perder por
nada del mundo.
La
ruidosa y entregada hinchada situada en la margen izquierda del río, gritó con vigoroso entusiasmo, cuando el veterano piloto del engendro mecánico - inscrito en el
registro civil como Jose María Garcia Escalona- junto a unos valientes acompañantes, se lanzó a las gélidas aguas del
despreocupado río, en busca de emociones fuertes y un tardío bautizo.
Mucho
antes de que pudiésemos contar hasta diez –gracias Fito por la frase- ya estaba
la prueba superada y ellos rebautizados,
y antes de que pudiésemos contar hasta
uno- gracias Ofsand por la tuya- inmortalizada y colgada en el Fb.
Lo visto, reconozco me pareció una proeza en
esto del pilotaje off road, una pequeña barbaridad en el apartado mecánico y
una salvajada en el aspecto ecológico.
Pero como todos disfruté como un niño con zapatos nuevos del improvisado circo.
No contentos con su hazaña y con su aplastante victoria sobre el medio, y como de allí no se movía nadie, quisieron
rizar el rizo, encaminando de nuevo sus ruedas a otro desprevenido envite; borrachos de triunfo y con hambre de varios
días de embriagadora gloria.
Con cara de no haber dejado jamás un plato sin
romper y abrazados a una inquebrantable fe en “El Capi” (alias de Jose) volvieron a la carga, buscando el más difícil
todavía. Sin saber estos aprendices de Cousteau que el nuevo reto elegido era primo hermano de
la famosísima fosa de las Marianas y que su abrazo no sería precisamente
amistoso y sí mojado y profundo.
A
mitad del camino entre la menor de las glorias y el mayor de los fracasos, el Tiétar los reclamó
como suyos y con ánimo de revancha los
atrapó entre sus aguas para ahogar su lampiña soberbia.
La
imagen por surrealista, era digna
heredera del mejor de los cuadros de Dalí y por tanto merecedora de ser colgada
en la galería de recuerdos imborrables e
imperecederos, del hemisferio cerebral habilitado para ello, para su estudio y donación a futuras generaciones venideras.
Estábamos
asistiendo a una clase práctica sobre comportamiento
humano imprevisible, en condiciones acuático extremas, sin sobreabuso de
estupefacientes, efectos especiales y lo más increíble en vivo y en riguroso
directo.
Y tan pronto observamos a uno de los osados
muchachotes de profético nombre Moisés, encaramado -con cara de pánico- como
gato escaldado al capó para no mojarse, como a otro -con rostro estreñio-
dándose un inoportuno y frío baño buscando la orilla salvadora. Y entre ambos
polos opuestos, “El Capi” del rebautizado “BuggyTanic” agarrado fieramente a su
volante, pisando con tesón, sin descanso el acelerador, luchando a brazo
partido contra su fatal y húmedo destino, sin gesto alguno en su solemne y
hierático rostro de aprensión, temor o miedo ante el más que probable
hundimiento.
El
resto no sé, pero yo tenía claro que, o aparecía un superhéroe de pelí de
acción casi B para lo que intuía un complicado rescate, o
alguien investido de seriedad, iba a tener que dar más de una explicación al
Seprona, por jugar a los barquitos o a hundir la flota en terreno supuestamente
protegido.
Sin
traje ceñido, capa ni antifaz, pero con un super cochazo, Carlos Sanz Ferreiro no apareció volando del cielo sino detrás de nuestras espaldas, y con su
supertracción y su supereslinga consiguió arrebatarle el Buggy al villano río, y devolverlo mojado
pero entero a tierra firme.
Todos
y digo todos aplaudimos a rabiar el fin de esta increíble amazin. Y por lo menos yo esa tarde le di la carta de despido a mi
querido Spiderman, dándole la bienvenida a un nuevo y castizo superhéroe “SuperFerreiro”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario